revista "luchemos por la vida" - Año 6 - Nº 15
Editorial

Muchas veces los hechos de la realidad son mucho más didácticos y ejemplificadores que las teorías y afirmaciones científicas, de las cuales no vienen a ser nada más que aplicaciones prácticas, pero para muchos más visibles y elocuentes: y así, la muerte del cantante Rodrigo y su acompañante circunstancial Olmedo, se han convertido en accidente y muertes emblemáticas, de las cuales todos los argentinos tenemos mucho que aprender, especialmente de aquellas verdades que sabemos, pero que no creemos que nos puedan ocurrir a nosotros.
Seguramente ni Rodrigo ni Olmedo ni ninguno de sus acompañantes ignoraban los efectos protectores del cinturón de seguridad, ni la letal influencia del alcohol en la conducción; es probable también que muchas veces hayan visto o escuchado los mensajes de Luchemos en TV o radio con respecto a ambos temas, y de haber tenido la oportunidad de preguntárselo, tengo la certeza que habrían respondido que eran concientes, que sabían para que servía el cinturón de seguridad, o que no había que conducir después de haber ingerido alcohol...
Como tal vez usted, en la convicción de que nada le va a pasar... hasta que ocurre, aunque entonces ya es demasiado tarde.

Una vez más quedó demostrado que se muere por el solo hecho de no tener ajustado un cinturón de seguridad en un vehículo, ya que sin lugar a dudas de haberlo usado ambos estarían vivos y sanos. Pero que sepamos hasta ahora, ninguna autoridad se decidió a cumplir con su obligación de controlar el uso del cinturón de seguridad y sancionar a quienes no lo usan, pese a estas nuevas muertes que corroboran una vez más sus beneficios.
También quedó demostrado con la muerte de Olmedo que es imprescindible usar el cinturón en los asientos traseros.

También que el alcohol al volante mata, aunque ello no haya motivado ni a las autoridades de la Pcia. de Buenos Aires ni de la ciudad homónima a realizar controles de alcoholemia permanentes y sistemáticos.
Muchos pueden comprender ahora la eficacia que podría haber tenido para Olmedo y también para Rodrigo, y para todos, aquello que decimos en nuestro aviso institucional sobre alcohol: “si bebió y pretende conducir, negáte a viajar con él”. Si Olmedo lo hubiese hecho, estaría vivo, y tal vez Rodrigo, cuestionado por su invitado, habría desistido de conducir en su estado. De esto podemos aprender todos los padres, e inculcarlo a nuestros hijos adolescentes, cuando empiezan a hacer sus primeras experiencias subiendo en autos ajenos.
Pero en definitiva la gran pregunta es: ¿somos capaces de aprender de la dura realidad? Somos realmente capaces de cambiar nuestra conducta en el tránsito? ¿Nos dicen algo, pero “vivencialmente”, las muertes de Rodrigo o Lady Di, o el accidente que sufriera Alfonsín?

Alberto José Silveira
Presidente de Luchemos por la Vida


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