revista "luchemos por la vida" - Año 6 - Nº 14
Editorial

Desde la última tragedia aérea (accidente de LAPA) a hoy es como si se nos hubiesen caído muchos aviones en la Argentina, aunque haya pasado casi desapercibido. Las muertes en calles y rutas del país suman unos 80 muertos cada cuatro días, y que no son sólo números sino seres humanos con sus proyectos, amores, sueños, ilusiones y esperanzas desaparecidas en un instante.

Y así tememos a la muerte imprevista que puede venir con la psicopatía de inadaptados que corren picadas en las calles de Buenos Aires, o que quieren probar si realmente el auto da 200 km/h o de la mano de los que combinan el volante con un vaso (o muchos) de vino o cerveza, o los que violan impunemente los semáforos, «porque ellos saben lo que hacen».

Es que este legítimo sentimiento de temor e indefensión en el tránsito, emerge ante la anarquía o impunidad que reina en nuestras calles y rutas, convertidas en tierra de nadie, donde muchos hacen lo que se les ocurre, tal vez ante la mirada perdida o indiferente de un policía o agente municipal.

Esta «anarquía» (significa, según el diccionario, falta de gobierno, desorden, caos por ausencia de la autoridad) genera más de 20 muertos diarios, miles de heridos y discapacitados y cuantiosas pérdidas materiales, sin que ninguna autoridad o funcionario pareciera sentirse responsable por dichas muertes o por detenerlas.

Sin duda que es muy importante la concientización y la educación vial. Para ello existe y trabaja Luchemos por la Vida, y por eso tengo la obligación de decir que, pese a los muchos progresos logrados en la concientización masiva de la Argentina, hay muchos que como en todo el mundo, la única concientización que entienden es la que viene con la persuasión que implica meter la mano en el bolsillo para pagar una multa, o el retiro de la licencia de conducir, o también el arresto que la ley prevee.

Cuando las autoridades de todo el país comprendan que, sancionando a aquel ciudadano que viola por primera vez un semáforo en rojo, o la velocidad máxima permitida o corra picadas, posiblemente eviten que al hacerlo por quinta vez mate a otro semejante, habremos empezado a ingerir el antibiótico más indicado y eficaz para combatir y terminar de raíz con esta epidemia que nos lleva más de 7.500 vidas por año, ante la inacción de los gobernantes que parecen no entender que en ningún lugar del mundo existe tránsito civilizado sin controles eficaces y sanciones.
Esperamos que este año 2000 que comienza de la mano de nuevas autoridades nacionales sea el año de estos cambios imprescindibles para la seguridad de todos.

Alberto José Silveira
Presidente de Luchemos por la Vida


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